jueves, 28 de junio de 2012

LA DIABLESA TEIBOLERA (DE 22 Ó 23)

Mientras el metro se tambalea recorriendo su destino, P. y M. conversan de forma placida, casi mundana; están medio tumbados en sus asientos, con media espalda apoyada en los respaldos y los brazos sobre sus barrigas. Ambos rondan los 40 y son amigos desde hace el suficiente tiempo como para no necesitar profundizar demasiado sobre los temas de discusión; comparten los momentos que la vida les permite con un placer relajado y desestresante. Al llegar a la siguiente estación su conversación se detiene, los dos se incorporan al unísono y colocan los traseros sobre los asientos, sus espaldas y cuellos se enderezan como gallos en celo. Ambas miradas se dirigen hacia una chica que acaba de entrar al tren. No tendrá mas de 22 o 23 años, es morena, de ojos grandes, expresivos, oscuros y rotundos; lleva un vestido de verano amplio que parece cómodo de vestir, con un generoso escote que permite entrever un sujetador negro que facilita el ondulante ir y venir de unos pechos mas que gratificantes. Es bella, muy bella, y su sonrisa este llena de alegría por vivir, de esperanza, en fin…de juventud. Le acompaña un chaval de unos doce años que juega con un móvil; le enseña a la chica sus logros tecnológicos y ella sonríe complacida. Se han sentado en la fila de enfrente, P. y M. no han vuelto a decir nada, miran detenidamente el trajín del vestido, obnubilados. -Su hermano- sugiere P. -O su vecino. Como mucho, su primo… P. y M. asienten, sus ideas son las mismas, no hace falta verbalizarlas…son demasiado evidentes como para mancharlas con el lenguaje. Sus manos se han tensado sobre los asientos, mientras sus ominosos estómagos se encogen bajo las camisetas. De pronto, M. se da cuenta que P. mueve los labios de forma rítmica. Sonrie antes de preguntar a su amigo. -¿Qué haces? P. termina la salmodia antes de responder. - Le doy las gracias a Dios por el don de la vista. M. amplia su sonrisa, comparte el agradecimiento divino y entiende la epifanía de su amigo. Mientras P. continua sus oraciones observando a la chica disfrutar de los juegos del chaval. Cada logro es recompensado con una caricia o unos labios que se abren para ofrecer una sonrisa sensualmente inocente; en ese momento, P. y M. envidian al receptor de tales halagos con un sentimiento de perdida que comparten Entonces, el hechizo se rompe, la chica y su acompañante se levantan y se apean, dejando un vacio en los dos cuarentones que siguen sumergidos en el silencio. P. ha cerrado los ojos antes de reiniciar su martilleo rítmico, sus labios se mueven sin emitir ruido alguno. M., sabedor que lo mundano ha retomado el control de la situación, se vuelve hacia P.: - Y ahora, ¿qué agradeces a Dios?. - A Dios nada- se para, tomándose un tiempo antes de terminar la frase- le estoy agradeciendo al Diablo el placer de imaginar. M. cierra los ojos, asiente y vuelve a repantingarse en el asiento; una profunda sonrisa ilumina su rostro Mientras, El metro continua su recorrido, sin prisas por llegar a ninguna parte, disfrutando del viaje.

domingo, 14 de febrero de 2010

SANTIMICRORELATO



Me levanto y miro el abismo sobre el que me sentaba.

Él agita sus manitas marrones y desde ahí abajo, con una voz aún infantil, grita
desesperado:

- ¡Padre, sácame de aquí, me estoy ahogando!

Pero aprieto el botón y se lo lleva una riada mientras aulla de desesperación.

- ¿Por qué, Padre, por qué me haces esto?

Ni siquiera contesto al pobre diablo, que desaparece para siempre de mi vista....
Muere, hijo de puta

viernes, 25 de septiembre de 2009

CANTAUTOR MALDITO

Dice Lucinda que hay que apoyar a este tío. Va a sacar un disco que se llama Dear Lover.Parece que está dispuesto a tocar en el salón de la casa del que se lo pida.
Podéis informaros aqui:
http://www.reverbnation.com/controller/fan_reach/pt?eid=2570500_2263149&url=dearfuturecollective@gmail.com
Pruebo a poner un player con sus canciones por si os interesa. Buscadlo por ahí.
Aquí seguimos. Cuidaos.

jueves, 10 de septiembre de 2009

HOJAS DISPERSAS III



Seguimos encontrando hojas en cajones. El sentido de estas a veces son un poco incomprensibles pero no sé porque esta historieta me recuerda a algo. Por eso la foto no puede ser otra que un recuerdo para el Hombre Líquido. De todas formas lo que me gustaría es oír esto recitado por Ricardo Costa; si es que este es real.

Carl Linneo caminaba por la calle agarrando un maletín y un ramo de flores. Acudía a visitar al subsecretario con el único fin de chantajearle ya que había descubierto unos documentos muy comprometedores con los que esperaba sacar un buen dinero. El ramo de flores era una cortesía obligada cuando se visitaba a un subsecretario.
Era la hora en la que la ciudad daba una tregua a sus ciudadanos; la hora en la que los coches desaparecen porque el asfalto se licua y los engulle y la gente huye a sus casas porque es la hora del viento y la lluvia amarilla. Pero a Carl no le importaba y mientras cruzaba el río, una ráfaga de viento se llevó su sombrero arrastrando la tapa de sus sesos con él. Es una pena que este momento no pudiera ser visto por nadie puesto que los colores del cerebro de Carl ofrecían un espectáculo extraordinario; además sus ondas cerebrales iluminaban la calle con tonos amarillos a juego con la lluvia.
Y así llegó al Ministerio creando el estupor entre los guardas apostados en la entrada que le conocían y sabían que su presencia no podía traer nada bueno. Se apartaron todos a su paso y pudo llegar sin obstáculos al despacho que buscaba. El subsecretario le recibió en la postura establecida en el Código de Protocolo de los Subsecretarios: la pierna derecha enroscada alrededor del cuello y la pierna izquierda apuntando al sur suroeste al tiempo que canta el himno de los subsecretarios. En seguida le indicó que se sentara en el sillón de cuero que tenía frente a su mesa.
Carl se sentó y le tendió los documentos y el subsecretario los miró atentamente.
Al cabo de un segundo el Subsecretario expresó su sorpresa con giros alternativos de sus globos oculares y dijo:
“Debe ser una broma, aquí no hay nada.”
Al comprobar los documentos Carl comprobó que efectivamente, en los doscientos folios con membrete del Ministerio no estaba la información comprometida que él había leído y con la que pensaba vencer la voluntad del Subsecretario. En aquellos folios sólo se podía leer una frase repetida hasta el infinito:
“Subsubidú”
Avergonzado, la cara de Carl se puso de un color rojo luminoso y empezó a mover sus orejas de tal forma que se puso a levitar a dos metros del suelo.
Pero no todo fue vergüenza para Carl. Su demostración de vuelo y los reflejos irisados de su cráneo abierto habían tocado el corazón del Subsecretario que, henchido de amor comenzó a besarle el cuello.
Y así nació una maravillosa historia de amor y burocracia.

sábado, 11 de julio de 2009

La Información de Martín Amis, decepciones placenteras

Con Martín Amis sucede una cosa extraña, todos sabemos que es capaz de llegar a la excelencia, desgraciadamente, también hemos descubierto que no siempre lo consigue; y entonces, nuestro animo se enturbia, extrañado, algo desilusionado aunque no del todo ofendido; pues los libros del ingles siempre son libros inteligentes e irónicos, por desgracia solo a veces son magníficos.
En este caso, Amis vuelve a ese Londres anárquico y violento que en todo momento parece a punto de convertirse en el centro del Apocalipsis, para contarnos la historia de un fracasado, incapaz hacer realidad sus sueños literarios, obligado a malvivir con criticas y reseñas mediocres; angustiado por el dolor que le produce el éxito ajeno, que le corroe y le lleva a planear una venganza. Este es el inicio del libro, y también el final. Ya esta, se lo he contado todo.
La decepción llega cuando te vas dando cuenta de que la historia no avanza, no va más allá. Claro esta, durante el trayecto el autor ingles va desgranando teorías muy irónicas sobre la literatura, las mujeres, el lloriqueo nocturno de los hombres, etc. Parece que la idea era buenísima, una gran ocurrencia con un brillante decorado. Unos personajes torturados que conviven intentando infligirse mas daño del que ya soportan, sus corazones se retuercen en lo vació de la existencia, revueltos en los convencionalismos que les dan el status necesario para ser infelices pero con la cabeza bien alta. Orgullosos de su sufrimiento.
Uno de los problemas del libro es que no encuentra esa universalidad que el propio Amis cacarea debe ser el fin de la literatura; de la de verdad, no de la comercial destinada a producir una satisfacción inmediata e inane. En ningún momento siento que ese dolor es el mío, ni el de los que viven a mi alrededor, algo que si sufrí con “Tren Nocturno”, la obra maestra, mi estomago comparte esta opinión, del autor ingles.
Tengo la sensación de que Martín Amis necesita que su recorrido no sea demasiado extenso para encontrar la excelencia.; en sus relatos cortos parece encontrar el camino, el mecanismo para hacernos participes de ese Apocalipsis en el que viven sus personajes. Cuando sus libros se extienden varios cientos de páginas aparece el desorden, el descontrol o, al menos, la sensación del mismo. Vale que es un desorden atrayente, lleno de ideas enriquecedoras, con una ironía aplastante que no hace prisioneros ni esconde nada, todo esto, en cualquier otro autor serviría para proclamarlo como un gran autor. No sucede en este caso, donde uno siente una cierta decepción melancólica, provocado por los buenos recuerdos de otras lecturas. Puede ser injusto, pero es inevitable.
Tengo la sensación de que a Martín Amis le encantaría pertenecer a ese grupo de escritores que yo defino como cirujanos; gentes capaces de abrir el alma humana y diseccionarla milímetro a milímetro, descubrir sus secretos y sus miedos escondidos de una forma clínica, quirúrgica, aséptica, donde el mundo no es mas que parte de la tramoya. Pero el ingles es un terrorista literario, un grupo de gentes exaltados, ofendidos con lo que ven a su alrededor y, por lo tanto, dispuestos a crear bombas que despierten conciencias o, al menos, que se sientan incómodos con lo que denuncian: sociedades ciegas ante la miseria, solo interesados en el beneficio personal, destinados a la nada. Al Apocalipsis. Tampoco esta mal, creo yo.

jueves, 25 de junio de 2009

TARDE AUTOMOVILÍSTICA

Ya eran las doce. Estaba intentando comprar un coche en alguna página de gangas en Internet. La ecuación era sencilla; el coche que fuera a cambio de la poca pasta que tenía para gastar. No era fácil. Un poco desesperado encendí un cigarro y me quedé pensativo mirando el humo.
Entonces, llamaron a la puerta. No eran horas para que alguien llamara a la puerta así que me alarmé. Fui hasta la puerta y miré por la mirilla, al otro lado había un señor bajito con un extraño bigote. Me hablo con una voz levemente gangosa y dijo mi nombre; tenía una urgencia que no precisó. Abrí la puerta y nada más hacerlo me roció con un spray que me dejó paralizado, pero consciente por lo que pude ver perfectamente que el hombrecillo cargaba conmigo con una facilidad pasmosa para su tamaño. Bajó las escaleras conmigo al hombro y salió a la calle y dobló hacía el callejón que discurre detrás de mi casa. Entonces se introdujo por una puerta que yo no había visto nunca y ante mis ojos apareció lo que parecía un salón de baile. Había un trono y en el sentado otro personaje bajito y calvo pero con evidentes injertos en el pelo. Todo el salón estaba lleno de muchachas que bailaban desnudas y complacían de muy diversas formas a los hombres que allí había. Sin duda esos hombres habían sido secuestrados como yo. Imagine que en cuanto recobrara la movilidad de mi cuerpo alguna de esas muchachas se dedicaría a proporcionarme placer a mi también. Y entonces olvidé que necesitaba un coche.

viernes, 19 de junio de 2009

IZZO O MARSELLA VISTA POR UN IDEALISTA ALGO TRISTE

Cuando un escritor decide que la ciudad en la que suceden los acontecimientos de su novela se convierta en protagonista de la misma, esta asumiendo un riesgo, uno muy grande. La cosa puede acabar siendo una simple y aburrida hagiografía
incapaz de despertar el interés de ningún lector con un mínimo de sensibilidad.
Evidentemente, Izzo tuvo con Marsella una relación intima en intensa; por fortuna para nosotros, el escritor consigue hacernos sentir sus emociones al recorrer cada rincón y callejuela de su ciudad; convirtiendo el libro en un regalo gratificante.

No nos confundamos, al leer el libro me pregunté varias veces como es posible que lo narrado me atrajera con tanta intensidad; ¿por qué sigue uno leyendo un libro en el que un ángel acaba de fenecer entre moscas y desechos físicos?. No es este un libro feliz y, sin embargo, resulta complicado abandonar la historia del policía que solo encuentra sentido a la vida cuando pierde a un par de amigos y se debe de enfrentar a la posibilidad de ser el tercero. La mierda de Marsella al descubierto, la mierda del escritor, por tanto, nos envuelve por todas partes.; y así respondemos a la pregunta anterior. No dejamos de leer, aunque estemos asqueados ante las moscas y la herrumbre humana, porque el autor consigue que la sintamos como nuestra. Izzo lleva a sus personajes al límite, sin contemplaciones, sin medias tintas, presentando sus vidas desgraciadas con tal verosimilitud que uno acaba por entender cada paso, cada mirada, cada acto de las gentes que pululan por Total Kheops. Encontramos a las gentes desnudas, sin protección ante un mundo que no regala nada a nadie y que, en cambio, te devorara las entrañas a la mínima posibilidad; Izzo consigue así que nos impliquemos con ellos, que les sintamos un poco parte de nuestro mundo, cercanos a ellos hasta atraparnos sin remedio.
La Marsella que aquí vemos esta lleno de mafiosos, policías corruptos, mercenarios nazis, quinquis, chorizos, putas, inmigrante. Todo el orbe típico de una novela negra, personajes decadentes que envuelven unos crímenes horrendos. No creo en los géneros, me da igual que una novela sea histórica, negra, rosa, para mujeres o para chavales de 15 años; busco que me emocionen, que me sorprendan, que la historia narrada encuentre descanso en mis vísceras. Las novelas son buenas o no. Esta lo es.

Izzo es un idealista que no encuentra demasiadas razones para seguir siéndolo; vuelve su mirada a su entorno y decide escribir una historia desgarradora porque no puede hacerlo de otra forma. Seria una traición obviar el dolor, la tragedia que le envuelve, la vida, en definitiva. No es posible. Nos muestra el lado oscuro sin evitarnos detalles porque están ahí. La vida sale a borbotones y él es su testaferro. Pero seria un error pensar que solo hay tragedias. También hay mujeres maravillosas que harían enloquecer a cualquier hombre en su sano juicio y la poesía de una ciudad que resplandece en cada pagina; paginas donde el mestizaje se reivindica como solución y no como problema, mostrándonos que hasta ahora no hemos hecho bien las cosas. Lo ideal seria la concordia. Izzo sabe que el camino elegido no es el correcto. Las gentes de este libro, consiguen, en medio de la miseria, sonreír y amar y gozarse unos a otros. Izzo es un idealista, pero no se engaña, sabe que para ellos ya solo queda la tristeza y un vaso de Lagavullin, acompañados por unos pimientos rellenos. Lo demás duele, siempre.